EL SÍNDROME DE
ESTOCOLMO
El término "Síndrome de Estocolmo" tuvo su origen
a partir de un secuestro ocurrido en . Cuatro de los ocupantes del banco de
Sveriges Kreditbank de Estocolmo fueron retenidos como rehenes a lo largo de
horas en su cámara acorazada. El temor a la intervención de la policía fue
progresivamente superior a las amenazas de los propios captores. Tras la
liberación, los prisioneros se mostraron confusos ante sus propios
sentimientos. La relación afectiva que se inició en el secuestro entre uno de
los rehenes y su captor, prolongándose incluso mientras éste permanecía en
prisión.
El Síndrome de Estocolmo describe la presencia de un
"afecto" positivo hacia el captor que se desarrolla a lo largo del
proceso de retención en un secuestro. Los sentimientos positivos con frecuencia
son recíprocos, más intensos según se aproxima el desenlace de liberación.
Puede acompañarse de sentimientos negativos hacia quienes paradójicamente
intentan liberar a la persona: policía, gobierno y algunas veces la propia
familia del rehén.
Se han descrito afectos paternales, fraternales y
románticos. Estos efectos tienden a aumentar a lo largo de los días de
cautiverio y disminuir posteriormente a la liberación.
Según algunos autores, el Síndrome de Estocolmo es una
respuesta automática e inconsciente y no una decisión racional. Tanto rehenes
como captores son afectados por el fenómeno, y ello sirve para unirlos contra
la "amenaza exterior".
Montero, ha desarrollado el modelo del Síndrome de
Estocolmo Doméstico (SIES-d). Según este, en la violencia doméstica, la
mujer aislada en un contexto hostil está obligada a manejar con sus propios
medios la incertidumbre asociada a la violencia repetida e intermitente. Esto
hace emerger intensos procesos psicológicos. Montero lo describe como: un
vínculo interpersonal de protección, construido entre la víctima y su agresor,
en el marco de un ambiente traumático y de restricción Estimular, a través de
la inducción en la víctima de un modelo mental. El SIES-d se desarrollaría en
la víctima para proteger su propia integridad psicológica y recuperar la
homeostasis fisiológica y conductual.
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